9.11.10

Cerebro de nuez

Las diez de la noche siempre ha sido mi punto de inflexión para dejar de pensar con claridad. En mis tiempos de estudiante, ya podía tener un examen al día siguiente y haber dejado todo para el último momento que, si llegaba la hora, adiós: ya no podía enterarme de nada de lo que leía. Si encima era el final del invierno (risita Silverbergiana, por favor), este hecho se acentuaba más aún.
En el último curso de la carrera descubrí que comiendo frutos secos - especialmente almendras y nueces-, este problema quedaba solucionado porque una sustancia que contienen ayuda a la concentración. Lo del invierno lo achaco a la falta de reservas en mi entonces escuálido cuerpecillo de 54 kilos.

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